domingo, 8 de agosto de 2010

LA CABEZA ES FABRICA, NO MUSEO...

Es imprescindible incorporar masivamente las tecnologías de la información y las comunicaciones a la tarea cotidiana del aula. La informática no debe ser vista como materia pendiente del sistema educativo. Es una herramienta más para la enseñanza de las disciplinas, así como el libro, el video, la TV, el diario, la visita a museos, exposiciones y espacios productivos y artísticos. Lo interesante de plantear la prioridad de la cuestión tecnológica estriba en que ello llevará a un replanteo de la cuestión pedagógica. Aparecerán palmariamente los campos de la información y el conocimiento. Se hará evidente que siempre hemos manejado información en la escuela y que las nuevas tecnologías ponen a nuestra disposición sistemas de acumulación y procesamiento de esa información que, por su velocidad y miniaturización, eran impensables hace un cuarto de siglo.El quid de la cuestión es: si los alumnos pueden acceder a gigantescas masas de información por su cuenta, ¿qué hacen los docentes, qué información queda en manos de ellos para organizar las acciones de enseñanza y aprendizaje? Y aquí es donde aparece claramente el rol docente, el que da sentido y valor social, jerarquía y profesionalización a quien lo ejerce. Enseñar a procesar información para transformarla en conocimiento, actividad para la cual no hay ningún software disponible. Conducir al alumno por los terrenos de la comprensión, el análisis, la estructuración, la fundamentación, la síntesis. En suma, enseñar a pensar.¿Cómo llevar adelante esa tarea? Sabiendo y teniendo las condiciones y posibilidades de implementarla en su práctica docente. Si hace falta más y mejor formación es precisamente para afrontar este cometido de enseñar a los alumnos a procesar información para producir conocimiento, la tarea más dificultosa a la que debe enfrentarse cualquier persona que se plantee estudiar. No almacenar ni repetir, que de eso se encargan los discos rígidos de nuestras PC. La cabeza de un universitario debe parecerse más a una fábrica que a un museo.

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